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IV Domingo de Pascua – 2022

Icono para homilías

Pablo y Bernabé, su discípulo, se habían convertido y dedicado a evangelizar entre los judíos. Con buen criterio, empezaron explicando y exhortando a perseverar y ser fieles a Dios y ocurrió lo que siempre pasa cuando se actúa con coherencia y verdad. El gentío les siguió y acataron su testimonio como Palabra de Dios, pero los judíos, por el contrario, se llenaron de envidia y respondían con blasfemias a la Palabra del Señor.

Pablo y Bernabé tomaron conciencia del trabajo realizado entre los judíos y lo desagradecidos que habían sido aferrados a la tradición de sus mayores, rechazando esta novedad de Jesús e interpretándolo como si se tratara de una secta inadmisible para ellos.

Ellos decidieron con muy buen criterio dedicarse a los gentiles, inspirados por Dios que, según Jesús mismo, es Padre de todos, sin ningún tipo de acepción.

Los judíos reaccionaran mal y provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaran del territorio.

Ellos sacudieron el polvo de los pies, como gesto de no deberles nada, y se fueron a Iconio, fuera del mundo judío.

La gracia de Dios es para todos los hombres.

Hoy, deberíamos plantearnos la educación evangelizadora que es intensiva, multiplicada y repetida para algunos, sin tener en cuenta que son muchos más los pueblos que no reciben ningún tipo de evangelización.

Esto tiene el agravante de que cuando insistimos tanto a unos, en detrimento de los otros, parece que los primeros tienen un derecho que les pertenece y que se costean en perjuicio de quienes ni tienen, ni saben, ni pueden, ni hay quien se lo presente.

Un reparto justo de los evangelizadores se hace necesario en la iglesia. Una distribución justa pero a la vez libre, gratuita y generosa, sacudiéndonos el polvo de los pies, que es lo mismo que decir, sin llevarnos nada, ni cobrar por los servicios prestados.

Entonces se hará presente la Palabra de Jesús: “mis ovejas escucharán mi voz”.

Pero ¿Cómo la van a oír, si nadie se la anuncia? Sólo cuando se anuncie con verdad y generosidad a todos, sabremos quienes son sus discípulos, que conociendo al Señor le siguen y Él les da; nos da la vida.

Pablo y Bernabé fueron a los gentiles. Hoy los gentiles están entre nosotros, porque nuestro mundo está intercomunicado. Por ello, el Papa Francisco nos habla de una tarea evangelizadora de afuera, no conformarnos con los que vienen, sino salir de las sacristías y recorrer caminos nuevos, por donde andan nuestros contemporáneos que no han sido evangelizados y que, a lo sumo, les ha llegado lo negativo de una tarea poco convincente de la gente de iglesia, cuando no de comportamientos que nunca deberían haber acontecido.

“Hay que oler a oveja”, es decir, debemos buscar a las ovejas descarriadas, confundidas o hasta escandalizadas, especialmente a las jóvenes engañadas por las mil y una ofertas del mundo que les tiene distraídas. Sólo entonces se cumplirá la visión apocalíptica: “Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas”.

La rutina, el saberlo de memoria, de tanto haberlo oído, sin dar el paso de conversión debido, es el obstáculo o uno de los impedimentos que dificulta el gozo del Reino anticipado y ojalá que no suponga un inconveniente para disfrutar la felicidad definitiva.

Para ello es necesario:

  • Llevar vestiduras blancas, con limpieza interior, purificación y renuncia del pecado.
  • Portar palmas en las manos o, lo que es lo mismo, superar todas las adversidades y vencer todas las persecuciones.
  • Y todo, por la fidelidad de seguir a Cristo, porque Él es nuestro Señor único, nuestro Hermano mayor y nuestro Amigo incondicional.

CONCLUSIÓN

Actuemos de manera que superando, con la ayuda de Dios, toda dificultad nos llegue el momento en el que toda lágrima de nuestros ojos será enjugada y seremos compensados y reconfortados en el Reino de Dios.

“Somos su pueblo y ovejas de su rebaño”. No tengamos ningún temor.

 


Lecturas del Día

Primera lectura
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43–52

En aquellos días, Pablo y Bernabé continuaron desde Perge y llegaron a Antioquia de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.

Muchos judíos y prosélitos adoradores de Dios siguieron a Pablo y Bernabé, que hablaban con ellos exhortándolos a perseverar fieles a la gracia de Dios.

El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra del Señor. Al ver el gentío, los judíos se llenaron de envidia y respondían con blasfemias a las palabras de Pablo.

Entonces Pablo y Bernabé dijeron con toda valentía:
«Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: “Yo te puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el confín de la tierra”».

Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la palabra del Señor; y creyeron los que estaban destinados a la vida eterna.

La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas, adoradoras de Dios, y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio.

Ellos sacudieron el polvo de los pies contra ellos y se fueron a Iconio. Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.

 

Salmo Sal 99, 2. 3. 5
R. Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades». R.

 

Segunda lectura
Lectura del libro del Apocalipsis 7, 9. 14b-17

Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.

Y uno de los ancianos me dijo:
«Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero.

Por eso están ante el trono de Dios, dándole culto día y noche en su templo.

El que se sienta en el trono acampará entre ellos.

Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono los apacentará y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.

Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos».

 

Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Juan 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.

Yo y el Padre somos uno».

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