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III Domingo de Cuaresma – 2021

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El hombre tiene muchos recursos para escaparse de los verdaderos problemas de la vida. Los mecanismos de defensa nos hacen detenernos en cuestiones periféricas, entablar cuestiones bizantinas y enzarzaros en cosas que no tienen importancia, sin embargo las cuestiones fundamentales no las afrontamos.

La religión y el culto han sido siempre una de las grandes cuestiones que han servido al hombre para encubrir su falta de seriedad ante la vida. De esta forma, el culto y el cumplimiento legal ha amparado a veces el egoísmo, la opresión y la falta de responsabilidad social.

Así, al hombre no le importa abusar en el templo con el negocio de compraventa, con el cambio de la moneda creyendo dar culto a Dios cuando su corazón y su dios es el dinero. Es una forma de engañarse. Cuando entendemos así la religión y el culto se convierten en algo alienante para el que lo vive y para aquellos a costa de quienes lo viven.

Hoy mantenemos muchos el culto y la religión relegando los verdaderos problemas y poniendo el interés en ver quien lleva razón. Algunos actúan así porque está estipulado, porque lo escribió tal Papa, porque lo hemos hecho toda la vida, etc. etc. Nos olvidamos que el verdadero culto no está en las formas sino en la vida, no en la ley sino en el corazón;  por tanto, el culto que no refleja las actitudes evangélicas ante la vida y las actitudes humanas es un culto vacío y falso.

Jesús de Nazaret aboga por la destrucción de toda liturgia farisaica y establece un culto en espíritu y en verdad. El culto que cambia al hombre y le hace servidor y hermano de los demás ya que la religión verdadera consiste en establecer condiciones justas para poder realizar la fraternidad universal, en conquistar la libertad para todos, en optar por los más débiles, en tomar en serio la comunión con los demás y en desarrollar las posibilidades de toda persona humana.

Así, el Señor en el Decálogo nos hace un sumario de preceptos absolutos y reguladores, mitad por mitad de la verdadera relación con Dios y con el hombre: amor a Dios y amor al prójimo.

Éste es el verdadero espíritu de la Ley, lo demás explicita esa Ley. Por eso, no es cuestión de sabiduría ni de signos, sino del amor encarnado de quien dio la vida por todos, Jesús, el Señor.

Jesús se enerva cuando en el templo se trastoca su finalidad y en nombre de Dios se hace daño a los hombres. Nos propone descubrir que en el templo está Dios y merece todo cuidado y respeto y como desde la Resurrección nos dijo que el Espíritu, su Espíritu, está en nosotros nos ha convertido en templos vivos de Dios.

De aquí la importancia de cuidar nuestro cuerpo, templo de Dios y de cuidar tantos templos, hermanos nuestros que están semi destruidos, sucios, sin la dignidad que merecen y que representan el Dios de nuestra fe, que habita en todos los hermanos.

El contenido que encierra la invitación a convertirnos de este tiempo de Cuaresma es ser evangélicos, portadores de buenas noticias para poder ser buenos evangelizadores. Reconstruyamos tantos templos derrumbados de hermanos que estamos creando.


LECTURAS DEL DÍA

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo 20, 1-17

En aquellos días, el Señor pronunció estas palabras:
«Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud.
No tendrás otros dioses frente a mí.
No te fabricarás ídolos, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra.
No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo el pecado de los padres en los hijos, hasta la tercera y la cuarta generación de los que me odian.
Pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y guardan mis preceptos.
No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso.
Recuerda el día del sábado para santificarlo.
Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas, pero el día séptimo es día de descanso, consagrado al Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el emigrante que reside en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, el mar y lo que hay en ellos; y el séptimo día descansó. Por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días en la tierra, que el Señor, tu Dios, te va a dar.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás falso testimonio contra tu prójimo.
No codiciarás los bienes de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo».

Salmo 18, 8. 9. 10. 11

R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 22-25

Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados —judíos o griegos—, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 13-25

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
«Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora».
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
«Qué signos nos muestras para obrar así?».
Jesús contestó:
«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré».
Los judíos replicaron:
«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».
Pero él hablaba del templo de su cuerpo.
Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.

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