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II Domingo de Pascua – 2021

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¡Cristo ha resucitado!

Ningún ser humano ha sido testigo directo del momento en que Cristo resucitó, pero ha sucedido ante Dios para todos nosotros, aunque nadie haya estado presente en ese momento.

Sin embargo, podemos llegar a percibir este acontecimiento por otros caminos que, aunque sean comprendidos por medio de la razón, la experiencia y los signos que la acompañan, no sean sólo racionales sino que cada día deban ser comprendidos más y mejor mediante la fe.

Los discípulos vieron indicios, signos, pero no pura racionalidad. Para unos fueron motivos de encuentro con el Resucitado, sin embargo para otros no bastaron y les dejó fríos, siguiendo hasta hoy buscando pruebas demostrativas por medio de la racionalidad, de si es o no posible la vida después de la muerte.

Indicios de Resurrección:

  • Sepulcro vacío
  • Vendas y sudario
  • Palabra de Dios presente cada vez que algunos de los discípulos se juntaban y hablaban de lo ocurrido.
  • Alegría de la experiencia de encuentro con Cristo vivo.
  • No tener miedo ni temor ante nada, ni siquiera a la muerte.
  • La comida compartida.
  • El perdón de cualquier ofensa y sobre todo,
  • La nueva vida de hermanos, la comunidad cristiana, un estilo de relación y ayuda que nos lleva a que, entre todos, encontremos lo necesario para los hermanos necesitados.

No racionalismo, pero sí razón profunda para descubrir desde la fe los signos que nos elevan al encuentro con el Resucitado.

Para poder percibir estos signos, como venimos diciendo, es necesaria la fe.

El Resucitado pertenece ya a una esfera del mundo realmente nueva, a la situación definitiva que nos espera.

No hay ningún hecho conocido en la historia que se pueda comparar con la Resurrección de Jesús. Es algo nuevo, y además pertenece al futuro, no al pasado; pertenece al Reino de Dios; por eso, no se puede sino creer y esperar.

“¡Dichosos los que crean sin haber visto!”

Ver con los ojos de la fe, significa no tener que racionalizarlo todo, ni creer que solo es verdad aquello que se demuestra racionalmente.

Los signos que nos llevan al Resucitado y las consecuencias del encuentro con Él acreditan que está vivo, que no estamos locos y que no es el fanatismo nuestro camino, sino la vida nueva de hermanos, para un mundo nuevo donde se establecen unas relaciones fraternales que tienden a lograr tener todo en común de forma que nadie pase necesidad ni viva con indignidad.

Se manifiesta también el necesitado en el perdón de los pecados, en la superación que Dios ha concedido al hombre para que camine hacia la consecución de la promesa, ya cumplida en Cristo.

Para algunos es una utopía,  para nosotros es una utopía realizable, basada en el estilo de vida de Jesús y en su Palabra la cual nos garantiza que, con la ayuda del Espíritu Santo, es posible, deseable y hasta necesario que nuestro mundo cambie, cambiando cada uno de nosotros.

Los signos del Resucitado no se agotan en la Iglesia. Hay incontables señales que nos indican cómo el poder de Dios va dirigiendo la historia hacia su plenitud.

¿Percibimos alguno de estos signos en nuestro tiempo?

 


 

Primera lectura

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35

El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.
Y se los miraba a todos con mucho agrado. Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba.

 

Salmo 117, 2-4.16ab-18.22-24

R: Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R/.

«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Este es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R/.

 

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 5, 1-6

Queridos hermanos:
Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el ser ama también al que ha nacido de él.
En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Este es el que vino por el agua y la sangre: Jesucristo. No solo en el agua, sino en el agua y en la sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

 

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

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