PUBLICACIONES

Ascensión del Señor – 2021

Icono Homilias

¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? Volverá como le habéis visto marcharse.

Ascender es subir pero también es avanzar, progresar, llegar a la plenitud y culminar la obra iniciada. Así, Jesús vino para llevar a término el proyecto del Padre, después de haber compartido la vida con todos, haciendo el bien, sanando, perdonando y muriendo por nosotros; resucitó para darnos a todos la vida.

Su obra quedó culminada y se fue con el Padre; vive donde y como vivía antes de encarnarse pero preparándonos una estancia a todos los que queremos seguir su camino.

Este es el contenido de la liturgia del día.

Por un lado, contemplar a Jesús que, cumplido su periplo entre nosotros, se va al Padre a prepararnos sitio.

Por otro, es el día de tomar conciencia de que la obra de Jesús quedo inacabada y es la iglesia la encargada de generación en generación de realizar su proyecto, que es el del Padre: “el Reino”.

Por tanto, nosotros, la iglesia, no podemos quedarnos extasiados, cruzados de brazos, mirando al cielo con toda la obra que hay que realizar. Hay que ser responsables y ponernos manos a la obra. Hay que coger el testigo de Jesús y seguir lo iniciado por Él, realizándolo en el tiempo y circunstancias que nos ha tocado vivir.

Y aquí está la calve de este Domingo, según la Palabra. Necesitamos sabiduría y revelación para no hacer nuestra obra, que es una tentación, sino la obra del Reino de Dios, inaugurado por Jesús y que es justicia, paz y amor, desde la libertad, contando con la gracia de Dios, sin tergiversar la verdad del Evangelio para que todos tengamos vida ya aquí como anticipo de la vida plena y feliz en el Reino de los Cielos.

Esta es nuestra esperanza. Esta es nuestra riqueza y esta es la grandeza de nuestra fe, que nos capacita para realizar aquí (ya, pero todavía no del todo) lo que se nos regalará por Cristo en el Reino del Padre.

Eso sí, el camino ya está inaugurado y no debemos por nada equivocarlo. La clave son los signos que acompañarán a los auténticos:

  • Echar demonios = luchar contra el mal y vencerlo.
  • Hablar lenguas nuevas = sobre todo el lenguaje del amor, comprendido y válido para todos.
  • Nada les hará daño pues están en las manos del Padre.
  • Imponiendo las manos como signo portador del Espíritu que sana por dentro,

perdonándonos, y por fuera, devolviéndonos la salud y las ganas de vivir, para seguir haciendo el bien a los hermanos.

Hemos recibido de Jesús el encargo: ¡Id por todo el mundo y predicad el Evangelio!

La iglesia para evangelizar bien tiene que hacer claros gestos a favor de todos, pero especialmente de los oprimidos, explotados o alienados por cualquier causa.


Lecturas del día.

Primera lectura

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseño desde el cominezo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. y ascendió al cielo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días, les hablándoles del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino: «aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días».
Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:
«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»
Les dijo:
«No os toca a vosotros conocer los tiempos y o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y “hasta los confines del mundo”».
Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo».

Salmo 46, 2-3. 6-7. 8-9

R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad. R.

Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R.

Segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 1, 17-23

Hermanos:
El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.
Y «todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a predicar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Comparte en Redes Sociales